domingo, 14 de febrero de 2010

Nunca más te voy a soltar.

Nos pusimos las últimas prendas que nos faltaban, cogí las llaves del coche de refilón y cerré la puerta de un portazo.
Bajamos las escaleras rápidamente, estuve a punto de caerme, pero por suerte estuvo Alex allí para salvarme.
Le paso las llaves al vuelo y nos dirigimos a mi casa, estoy preocupada por Lucía, nunca la he escuchado llorar como lo hacía en ese momento, no lo sé, pero espero que Patricia o simplemente ella, haya podido calmarse.
Quizá eche de menos algo, o mamá, pero no... Ya le hice superar eso a Lucía, con la ayuda de Alex y Patry..., y sobretodo, esa ayuda que siempre me dio mamá.
Quedan 10 minutos y estoy nerviosa, no sé que le podría haber pasado, mientras, hablo con Alex para que estos minutos se me pasen rápidos.
Estamos cerca, solo falta... ¡girar la esquina!
Bien, ya estamos, puedo apreciar desde la ventana contraria a mi casa, que la de su habitación está abierta.
Aparcamos el coche en el garaje y subimos corriendo, casi me tropiezo de nuevo.
Violeta abre la puerta, escuchan la llave y Patricia va rápidamente hacía ella y empieza a hablar sin parar, ella no le hecha mucho caso, su pensamiento esta complétamente ocupado pensando y buscando a Lucía.
Mirala, allí está, tumbada en la cama, con el peluche que le regalé ese ocho de febrero por su cumpleaños. Y allí, a su lado, llena de lágrimas está la apreciada foto que tanto le costó conseguir. Mi foto.
Me acerco hacía ella lo más rápido que puedo, me siento a su lado, la cojo y le dio un enorme abrazo.
Ahora, aún llora más... sus lágrimas se deslizan sobre mi pelo, sobre mi espalda, sobre su cara de porcelana. Le cojo las manos, y le digo al oído: Nunca más te voy a soltar pequeña Lucía.
Para de temblar, parece ser que se relaja medianamente, pero no del todo.
Pienso mucho lo que le digo, lo que le escribo, lo que todo. Mi hermana, es una niña que lo que lee o escucha es lo que le dijiste, o sencillamente intenta encontarle mil sentidos a las cosas, y escoge el que más le gusta, como harían todos, o casi todos.
Ahora la separo de mí, pero ella no quiere. (Yo hacía exactamente lo mismo con mi madre...) Lucía, tiene ocho años y mi madre murió cuando mi hermana tenía tres añitos, apenas pudieron disfrutar una de la otra.
Siempre he sido yo la que ha tenido que cuidar de ella, pero de algo que me alegro. Quizá por eso, ahora que yo me voy fuera, ella, mi hermana, Lucía, esté sola.
Quizá por ello este espectáculo, este sentimiento tan enorme que tenía guardado y nunca me ha querido demostrar. Ahora sí, ya lo comprendo todo, espero no haberme equivocado.

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